La transformación universitaria es un tema
cuyo debate debe ser ampliado, en los últimos años tras la aprobación de la Ley
Orgánica de Educación y de la suspensión de las elecciones para escoger decanos
y rectores en diferentes universidades nacionales, ha cobrado fuerza el tema
del voto universitario.
Antes de fijar una postura es necesario
conocer algunos aspectos relacionados con la historia del voto universitario,
la legislación, las paradojas del saber académico y las diferentes tendencias
de las que se hablan en relación al voto.
El pasado 2 de mayo fui invitado a un foro
llamado “Posturas ante el voto universitario… intereses UCVistas en contradicción” (foto) donde intente exponer de forma muy resumida lo siguiente:
Marco
histórico:
Lo primero que debemos tener en cuenta es que
la Ley de Universidades de 1970 es una reforma de la Ley de 1958 que se produjo
luego de un allanamiento a la Universidad Central de Venezuela por parte del
Gobierno de Rafael Caldera.
Según la Ley de Universidades de 1970, las
autoridades universitarias eran elegidas por la
Asamblea de Facultad (Sección V) para el caso de los decanos y por el
Claustro Universitario (articulo 30) para el caso de los Rectores (por ser poco
nombrado, no debemos confundir al Claustro Universitario con el Consejo
Universitario, la Asamblea de Facultad es al Consejo de Facultad lo que el
Claustro Universitario es al Consejo Universitario)
La Asamblea de Facultad está integrada por los Profesores Honorarios, Titulares,
Asociados, Agregados y Asistentes; por los representantes estudiantiles (25% de
los miembros del personal docente y de investigación) y por los representantes
de los egresados (5 representantes designados por su colegio profesional).
El Claustro Universitario está integrado por
los Profesores asistentes, agregados, asociados, titulares y jubilados; por los
representantes de los alumnos de cada Escuela (25% de los miembros del personal
docente y de investigación y de forma proporcional a la matricula de cada
escuela) y por 5 egresados de cada Facultad (60 en el caso de la UCV)
En el caso de las Escuelas, el Decano de la Facultad
debe proponer al Consejo Universitario
promover o remover a los Directores de cada Escuela previo acuerdo con
el Consejo de Facultad.
Dadas estas condiciones, la participación de
los estudiantes a la hora de elegir a las autoridades universitarias era a
través de elecciones de 2do grado, los estudiantes elegían a sus representantes
en la Asamblea de Facultad y Claustro Universitario y eran ellos eran quienes
votaban para elegir a las autoridades.
Sin embargo, esta situación que describo no es
la que vivimos actualmente, la dinámica universitaria y social dio a relucir
algunos aspectos que no podían ser satisfechos por la Ley de Universidades de
1970 y comenzaron a producirse cambios en la forma de participación, el primero
de ellos fue en 1999 cuando el candidato a Decano de la Facultad de Humanidades
y Educación (FHyE) Prof. Benjamin Sanchez se comprometió por escrito a realizar
elecciones para elegir a los Directores de cada una de las Escuelas, ese año
las elecciones de Directores también se dieron en Facultad de Ciencias Económicas
y Sociales (FaCES). Incluso, los estudiantes del momento lograron que en algunas escuelas el valor de su voto fuese mayor al 25%
establecido para la Asamblea de Facultad y los estudiantes pudieron ejercer su
voto de forma directa dando el primer paso para la abolición del sistema de
elecciones de segundo grado.
Con el precedente de las elecciones de
Directores que se dio en la FaCES y FHyE, los estudiantes lograron participar
de forma directa en las elecciones rectorales del año 2000. Otros factores
también influyeron en que la participación de los estudiantes en las elecciones
fuese directa, una de ellas que los grupos estudiantiles que poseían los votos
en el Claustro y la Asamblea “pedían mucho”, imaginen la clase de rosca que se
daba y las cosas que ofrecían los candidatos.
Con respecto a la participación de los
egresados en las elecciones universitarias, debemos destacas que para ellos el
sistema no ha cambiado, hasta la fecha escogen a las autoridades universitarias
a través de elecciones de segundo grado.
Hay algo que llama la atención, si en el
pasado el porcentaje del valor del voto estudiantil aumento en algunas escuelas, ¿Por qué no se mantuvo así
en el tiempo? Simple, a un Decano de la FHyE, Piero Lo Monaco, le pareció
demasiado injusto que el voto estudiantil en algunas escuelas valiera más que
en otras y en complicidad con otros decanos decidieron igualar el valor del
porcentaje del voto estudiantil a 25%...
Después de la toma del Rectorado en el 2002 y
producto de la polarización comenzó una suerte de manipulación por parte de las
autoridades universitarias, todo aquel que critique, que se queje, que luche
por las reivindicaciones y que sea molesto para las autoridades era catalogado
de “tomista” actualmente la situación no ha cambiado pero ahora los catalogan
de “chavista”, fomentando una dicotomía absurda y anti universitaria al pretender
hacer ver que las discusiones en la universidad, en este caso sobre el voto
universitario, es una discusión entre chavismo – oposición y no una discusión
por la transformación universitaria que critica algunas prácticas medievales de
la universidad que no responden a la dinámica de la actualidad.
Enfrascados
con las leyes
Diversas han sido las acciones y posturas de
la universidad tras la suspensión de las elecciones decanales, la más reciente
de ellas un informe consignado al Consejo Universitario llamado “Lasimplicaciones de la reforma electoral que se quiere imponer a la universidad”
informe que fue solicitado por ese cuerpo un
año después de que el TSJ suspendiera las elecciones decanales, recomiendo
leerlo para comprender la postura oficial de la universidad. Todas estas
posturas tienen un común denominador, la presunta ilegalidad en la cual
incurriría la universidad en caso de incluir a los obreros, empleados,
egresados y estudiantes de forma igualitaria en las elecciones de autoridades
universitarias basándose en la Constitución de la República, la vigencia de la
Ley de Universidades del 70 y los recursos de nulidad contra la Ley Orgánica de
Educación introducidos por la universidad.
Evidentemente,
el marco legal no ayuda a que se pueda ampliar la participación de la comunidad
universitaria en los procesos electorales de la Universidad ya que “existen
contradicciones”, sin embargo, si la universidad es tan puritana y apegada a la
Ley de Universidades del 70 las autoridades seguirían siendo elegidas por las
Asambleas de Facultad y Claustro Universitario en una elección de segundo grado
para los estudiantes y egresados, y los directores de las Escuelas seguirían
siendo nombrados a dedo por los decanos.
Estoy en
completo desacuerdo, por considerarlo un abuso y una violación a la autonomía,
con la injerencia de los entes externos en los asuntos universitarios, sin
embargo, es criticable el silencio de la universidad y sus autoridades ante el
inevitable hecho de la perdida de vigencia de la legislación universitaria y
modelos arcaicos aplicados en la universidad.
Mientras la
universidad se esfuerza por mantener y defender la estructura actual se deja a
un lado la discusión por la tan necesitada transformación universitaria, no se
fomenta el debate en las aulas, no se hacen mesas trabajos para que las
propuestas de la comunidad universitaria formen parte de la nueva Ley de
Educación Universitaria, la transformación universitaria tiene que ser el
producto de la discusión que se dé en el seno de la comunidad y no impuesta de
forma arbitraria por entes externos.
Las
paradojas del saber académico
Las elecciones
universitarias son calificadas como “elecciones académicas”, es por eso que
antes de ver cuáles son las diferentes vertientes sobre el voto universitario
debemos reflexionar las paradojas en torno al “Saber académico” ya que bajo ese
concepto el valor del voto estudiantil es ínfimo porque aun no accedemos a “el
conocimiento”
Imaginen si se planteara algo así para las elecciones
nacionales: un joven de 18 años no tiene la experiencia de alguien de 40 años,
no tiene el “conocimiento” de la historia, no ha vivido lo suficiente,
¿propondría alguien que el voto del joven valga un tercio que el de la persona
adulta?; Imaginen que iremos a las comunidades indígenas a decirles que como
ellos no tienen el “conocimiento” de un profesor con Doctorado su voto no puede valer
igual; entonces ¿Por qué si esa discusión no está planteada en unas elecciones nacionales,
sí lo está en las universidades autónomas? Hay quienes piensan que “una
elección a un cargo popular es distinta a la de un cargo académico”.
La esencia de la universidad es formar estudiantes
para ser sujetos críticos, reflexivos y transformadores de la realidad; sin embargo,
al hablar de jerarquías y méritos, nos terminan viendo como unos soldados, una especie
de masa inertes y acéfalas que están sólo para seguir órdenes. Hay otros
argumentos para este tipo de cosas que resultan tanto o más insólitos y reflejan
el pensamiento elitista que hay que confrontar: “el estudiante sólo
estará cinco años en la universidad; en cambio, el profesor está al menos 25 años”;
“el profesor, además, tiene una mayor conciencia de la realidad, es poseedor de
un conocimiento al que el estudiante aún no accede.” A pesar de que solo
estaremos un mínimo de 5 años en la universidad, ningún periodo de las
autoridades universitarias dura más que eso, es decir, nosotros como
estudiantes viviremos la consecuencia de la elección de una determinada
autoridad en nuestro pasar por la universidad y pensar que no tenemos la
capacidad crítica de discernir entre varias propuestas rectorales es
menospreciar nuestra capacidad intelectual y es reflejo de que en la
universidad se ha dejado de un lado la discusión y el debate de ideas intentado
trasformar a los estudiantes en masas inertes que solo vienen a recibir el
conocimiento del profesor.
Hay mucho camino por recorrer en materia de vinculación
del egresado con la universidad, pero intentar excluirlo bajo argumentos tan
pobres como “si hay una elección, los egresados decidirán porque son más”
evidencia lo atrasada de algunas mentalidades que sólo piensan en coyunturas electorales, es como
pretender que no se incluyan en una elección nacional a los jóvenes entre 18 y
24 años porque son el grueso de la población. Otro argumento usado en contra de
los egresados: “serian los partidos políticos quienes al final decidirían, con
sus maquinarias moverán a los egresados quienes votaran por la línea del
partido” una vez más, ¿Será que la universidad olvido fomentar el pensamiento crítico
suficiente para que un egresado pueda discernir entre varias propuestas? ¿Sera
que los egresados también son vistos como masas inertes y acéfalas por aquellos
que poseen la luz del “conocimiento”? por cierto, ¿Quién pone la maquinaria
para traer en las elecciones universitarias a los profesores jubilados en taxis,
ambulancias o aviones?
En relación a la constitución de la comunidad
universitaria, se ha planteado que los empleados y obreros no forman parte de
esta, el argumento se centra en cosas similares a las aplicadas para que el
voto estudiantil tenga un valor ínfimo: “ellos no poseen el saber y el conocimiento
que implica la academia” aunque existen empleados con postgrados y publicaciones
y personal obrero que contribuye con la investigación científica en la universidad.
La participación de ellos en los procesos electorales no se debe entender como
una intromisión en asuntos de discusión de pensum o de plan de evaluación de
una materia, la democratización pasa por el hecho de que empleados y obreros
tengan derecho a voz y voto en temas que les competen, y la elección de las
autoridades es uno de ellos, además que se deben estudiar formas para que
puedan tener participación en los órganos de cogobierno.
No creemos que una elección a rector, a decano
o a director de una escuela deba estar por encima de una elección presidencial.
La aberración a la que ha llegado ese asunto meritocrático es que ni los
profesores instructores ni los contratados votan. ¿Será tal el nivel de “saber”
que se necesita para entender una propuesta programática en una elección
rectoral? ¿Será que egresados, estudiantes, obreros, empleados e incluso
profesores instructores o contratados somos unas masas inconscientes que no entenderemos el “elevado
discurso académico” de los candidatos a rector, vicerrector o decano? El
sistema de votación actual en las universidades autónomas obedece a un
pensamiento elitista insostenible.
Órganos
de Cogobierno
Aunque no es el tema central, estos órganos merecen
mención (Consejo de Escuela, Consejo de Facultad y Consejo Universitario), en
ellos se intenta agrupar a representantes de la comunidad universitaria y son
la mayor instancia de toma de decisiones (después de la Asamblea y el Claustro).
El Consejo Universitario está integrado por el
Rector, los Vicerrectores, el Secretario, los Decanos de las Facultades (11
para el caso de la UCV), cinco representantes de los profesores, tres representantes
de los estudiantes, un representante de los egresados y un delegado del Ministerio
de Educación.
El Consejo de la Facultad está integrado por
el Decano, siete representantes de los Profesores, un representante de los
egresados, dos representantes de los estudiantes y los directores de las
Escuelas e Institutos quienes solo tendrán derecho a voz.
El Consejo de la Escuela está integrado por el
Director de la Escuela, los Jefes de Departamento, cinco representantes de los
profesores, un representante de los egresados y dos representantes de los estudiantes.
Estas estructuras también deben ser sujetas a revisión,
a pesar de que los estudiantes y egresados tienen representación la mayoría de
los miembros del Consejo de Escuela, Facultad y Universitario son profesores
quienes al final terminan imponiéndose además que la representación de los
empleados y obreros que hacen vida en la comunidad universitaria es nula. Otra
de las críticas que han recibido estos órganos es que concentran mucho poder,
toman decisiones académicas, legislativas, disciplinarias y administrativas.
Las
vertientes sobre el voto universitario
1. Statu
quo:
El statu
quo se entiende como la forma en la que las cosas se mantienen como están,
representa una resistencia al cambio que muchas veces se refugia bajo la excusa
de “así se ha hecho toda vida”. Aunque en la población estudiantil con la que
he tenido la oportunidad intercambiar opiniones existen grades divergencias, la
gran mayoría opina que el sistema actual debe cambiar.
En el sistema de elecciones actual, el valor
del voto estudiantil es solo del 25% para mantener la proporción que
anteriormente, cuando las elecciones eran secundarias, teníamos en la Asamblea
de Facultad y Claustro Universitario.
2. Porcentual
Los que defienden esta tesis proponen que a
cada gremio que hacen vida en la comunidad universitaria se le asigne un valor
porcentual a su voto, por ejemplo: Profesores 45%, Estudiantes 25%, empleados 20%
y egresados 10%
Sin embargo, no está claro cuales serian los criterios
utilizados para designar la ponderación y al final seguiría predominando la desigualdad
entre los diferentes gremios que hacen vida en la universidad, además, hay
casos como en la escuela de Letras que solo hay un empleado, en este caso, el
20% de la votación recaería en una persona.
3. Paritario
Esta propuesta consiste en que la totalidad de
la población electoral de cada gremio sea igualada, por ejemplo: 150000 votos
de egresados = 50000 votos estudiantiles = 8000 votos profesorales = 3000 votos
de empleados, visto de otra manera 1 voto de un empleado valdría 3 votos de
profesorales, 16 votos estudiantiles y 50 votos de egresados, ¡ojo! Tengamos en
consideración que estoy utilizando cifras aproximadas del número de personas
que agrupa cada gremio
Al igual que la propuesta porcentual, al final
termina valiendo más el voto de un sector
que el de otro y se mantendría la desigualdad.
4. Igualitario:
Esta propuesta consiste en no ponderar en
valor de los votos y que todos valgan lo mismo, por ejemplo: 1 voto de egresado
= 1 voto estudiantil = 1 voto profesoral = 1 voto de empleado garantizando la
igualdad de condiciones y derechos.
No
es un problema de fondo
Aunque los estudiantes aumentemos nuestro peso
político en las elecciones universitarias esto no resuelve los problemas de fondo, el tema del voto
universitario solo debe ser visto como una pequeña parte de la trasformación universitaria.
Lamentablemente muchos de nosotros lo estudiantes hemos perdido el interés por
la crítica, el debate, el intercambio de idea y por relacionarnos y vivir la
universidad. Esto trae como consecuencia que a la hora de ejercer nuestro
derecho al voto no sabemos por quién votar ni las razones por la que lo hacemos
y nos dejamos manipular, como masas acéfalas,
por las tan conocidas “chuletas” que al final son un factor importante en la
adjudicación de victorias electorales, es decir, muchas veces nuestros
representantes estudiantiles o autoridades universitarias, no son los del mejor
perfil sino los de mejor maquinaria para repartir chuletas con su nombre, maquinarias
que en muchos casos son impulsada por los partidos políticos.
El reto de nosotros, los dirigentes
estudiantiles, se debe enfocar en promover el pensamiento crítico entre
nuestros estudiantes para que sean capaces de discernir ante cualquier situación
y para que jamás seamos calificados como masa inerte, acéfala y sin el suficiente
“conocimiento académico”.
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